La caja de zapatos

Cosas que me flipan, gente que admiro y mierdas que escribo.

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¡El Puma!

No tenía 16 primaveras cuando di la primera calada a un cigarro. Tímidamente y sin pensarlo dos veces, me adentré en el vicio hasta que, con 18, lo instauré en mi día a día. Tengo 25 y hace mes y medio -aproximadamente- que he dejado de fumar.

Personalmente, considero que todo eso del mono, sus fases, el tiempo de desintoxicación, etc.  se resume en un momento: el instante en el que te das cuenta de que eres un yunkie de la nicotina. ¿Cuál es el problema? Que si fumar está normalizado y bien visto por la sociedad en general, este momento puede no llegar nunca.

En mi caso la constatación ocurrió en casa, la tarde del cuarto día como ex fumadora. Mandé todo al garete, me apetecía fumar. Es más, me moría por fumar, por dar una calada, por sentir el humo descendiendo hasta mis pulmones. Rebusqué en todos los cajones de casa a la búsqueda de algún cigarro perdido, pero fallé. Con un amago de taquicardia y casi a punto de echarme a llorar, encontré un puro, el clásico que regalan en las bodas. Y me planteé fumar ese habano.

Ahí lo tenéis.

“Dios, soy una yunkie”- me dije con el puro ya entre los dedos, sin encender. Y me dije que jamás volvería a dar dinero a quienes hacen que una persona pueda llegar a esos extremos.

Los que me conocen lo saben, pero lo dejo plasmado aquí también: siempre defendí el derecho del no fumador a tomar un café en un ambiente salubre. No obstante, está claro que si le doy al pitillo y me permiten fumar en bares y cafeterías, lo haré.

Ayer a la tarde, con una temperatura ambiente de 3 grados, había gente abrigada hasta las orejas que tomaban café en las terrazas de los bares. “Hay que estar muy mal para hacer esto voluntariamente”- pensé, cuando probablemente, yo podría haber estado entre ellos.

No obstante, me estoy encontrando con noticias (como esta en la que un fumador agredío al dueño de un bar porque le mandó apagar el pitillo) con las que estoy, sinceramente, flipando.

Ya no es cosa de fumadores o no fumadores. Es de tener dos dedos de frente o no tenerlos. Por este motivo, animo a los fumadores que sigan queriendo fumar a que lo hagan; ¡fumen!. Pero, ante todo, respect. Y menos victimismos, que los no fumadores han sido los perjudicados durante décadas y nadie les ha oído quejarse hasta hace un lustro.