La caja de zapatos

Cosas que me flipan, gente que admiro y mierdas que escribo.

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Carácter

Ayer fuimos a la churrería Santa Lucía. Este emblemático comercio hostelero de la Parte Vieja donostiarra tiene un target bastante definido; cuadrillas de la tercera edad, abuelos con nietos, padres con hijos y algún que otro grupo de preadolescentes.

A primera vista el local puede no parecer atractivo. No obstante, más allá de la decoración (que mezcla fotos en b/n del Donostia de antaño, estampas de santos, imágenes descoloridas de los platos y anuncios de Pepsi-Cola de los 60), las raciones de comida son generosas, los precios competitivos y el ambiente… especial. Es de esos lugares en los que, pese a estar sentada a menos de medio metro del resto de clientes, la atmósfera se reduce a los dos bancos que ocupas y la mesa que los une.

Varios de los comensales coincidimos en que, si un comercio de estas características estuviese ubicado en la capital del reino, cientos de modernos venidos de acá y allá harían cola para conseguir una mesa en el lugar.

Porque este establecimiento tiene solera. Esa solera que -parece- sólo valoramos si se encuentra fuera de nuestra ciudad natal.