La caja de zapatos

Cosas que me flipan, gente que admiro y mierdas que escribo.

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Vídeos de domingo que comparto un jueves

Los domingos eran, por definición, días feos. Jornadas en las que me levantaba (más o menos espabilada) y dejaba morir las horas teniendo en mente de manera constante que un amargo, cruel y tedioso inicio de semana estaba al llegar.

Ya no. Hace ya varios meses que no existen fines de semana al uso. Ni vacaciones al uso. La mañana de un sábado se puede convertir en la tarde de un martes, la noche de un domingo en la mañana de un jueves, y así todas las combinaciones posibles. Porque soy autónoma, y  como todos los freelance tienen grabado con tinta en el cerebro: si hay curro hay que sacarlo.

Suspiras cuando, en medio de una conversación, alguien suelta un palabro del estilo “convenio de…”, “baja de…”, “14 pagas” y términos similares. Es duro porque, en tiempos como los que corren, ni trabajadores por cuenta ajena ni autónomos imaginan algo relacionado con derechos laborales, conciliación familiar y laboral, etc. (saquemos a la mayoría de los funcionarios de este saco).

Evidentemente, esta realidad se traslada a los bares (centros neurálgicos de la vida social, lo sabemos) y a las conversaciones que allí se dan, habitualmente acompañadas de café o cerveza.  Tras meses de experiencia en este sentido (lamentablemente), puedo resumir todas las charletas relacionadas con la crisis económica, el paro, las condiciones laborales, etc. en  una escena: persona que, cabizbaja, dirige su mirada perdida hacia el café/cerveza, suspira y, desesperanzada susurra: “es que la cosa está muy jodida”.

Claro que estamos jodidos: lo sé, lo siento y lo padezco. Es la falta de ilusión, minada por meses/años de mierda acumulada lo que me hunde. No estoy inventando la rueda, ya que esta conclusión se ha trillado mucho en informativos, reportajes y medios de comunicación, jornadas, charlas y encuentros. Pero yo la asimilé hace unas semanas, tomando café con un grupo de amigos y escuchando sus testimonios.

Me dolió tanto ver que la realidad les había robado gran parte de su ilusión por hacer cosas en un futuro cercano que me pareció una obligación animar, dar alternativas y arrojar algo de luz en aquella mesa.

Pese a considerarlo un deber, no fue humo ni un discurso lleno de palabras bonitas para calmar la desesperanza. Hace pocos meses me di cuenta que allá por 2010 pasé una época en la que no tenía ilusión por nada (y cuando digo nada, es nada) que impide que, a día de hoy, me llenen al 100% los acontecimientos felices que vivo. Es jodido, pero es lo que hay. Es más, es lo que llevo viviendo durante dos años, pero no le había prestado atención hasta hace un par de meses. Fue entonces cuando me prometí que jamás, NUNCA, quitaría a nadie la ilusión sana por hacer cosas. Por locas que parezcan.

Pero volvamos a la mesa del bar. Mientras aportaba un poco de optimismo, me escuché y caí en la cuenta de que estaba siendo un loro. Estaba repitiendo frases, conceptos e ideas, cogidos de aquí y de allí, pero todos ellos de una misma fuente: TED. (Sí, toda esta parrafada es porque quiero compartir un vídeo (me he venido arriba)).

He devorado decenas de vídeos de temática tecnológica, social, científica… en este espacio y todavía me quedan muchísimos pendientes por ver. Suelo dejarlos para los domingos porque, ilusa de mí, considero que me aportarán el ánimo, la curiosidad o las ganas de empezar una nueva semana con más energía de la prevista.

Ahí va unos de los vídeos que les mandé cuando llegué a casa, después de esa tarde de café.

Puede que suene a libro de autoayuda, pero ¡qué demonios! de vez en cuando necesitamos escuchar a ese total stranger que nos envalentone para comernos el mundo y no entrar en el bucle autodestructivo de la pérdida de ilusión.

“Algunos hombres ven las cosas como son y dicen por qué. Yo en cambio, veo cosas que todavía no son y digo: ¿por qué no?”
Robert Kennedy