Me limito a ir por ahí y ver qué pasa en cada momento. No sé qué sucede cuando morimos, y no cuento con descubrirlo antes de palmarla. Seguramente no pasa nada, pero nunca se sabe. De momento, sigo vivo, y he acabado por entender que algunos de los peores momentos de mi vida han desembocado en algunos de los mejores, así que no soy de los que devora con avidez el melodrama ajeno. Cada día es cada día, y punto.
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El “para qué hablar si se puede elucubrar” como forma de relacionarse con los demás da putoasco. No temáis a la comunicación.
Qué ganas de ver la pieza entera. Así se las gastan en mi pueblo.
Cuando quieras abrir esa caja de pandora y que la mierda te salpique hasta las entrañas, me avisas.
P.D: Bendito Analytics.
La “realidad” en la que vivimos, nuestro día a día, va más rápido de lo que podemos asimilar. Es curioso cómo, en los últimos días, varias personas me han trasladado esta reflexión, conscientes de que, tanto a ellos como a mi, nos supera “la actualidad”. No terminamos de disfrutar, de sufrir, de reír del todo, porque constantemente recibimos nuevos estímulos (en forma de hechos, personas o anécdotas) que se van acumulando en nuestro diario, pero sólo de manera superficial. Y… no.
Para todo ellos, este vídeo. Y para ti también.
Relájate y disfruta de los procesos de aprendizaje lentos pero constantes, de los quehaceres a los que hay que dedicar días. De la armonía y serenidad que aporta el simple hecho de ver cómo otros lo llevan a cabo. Y de plantearte: ¿por qué no empiezo yo también a vivir así?.
La calma, el karma, la dedicación y el cariño con el que se hace un libro. Digno de ser visto en esta era en la que las prisas nos invaden y el trabajo hay que sacarlo cuanto antes. Que no se pierdan estos oficios, por favor.
Hace unos meses me dio por aprender caligrafía con pincel. Aunque a día de hoy no estoy nada cerca de poder presumir de ningún trabajo, ya que el proceso de aprendizaje es lento y las horas de ocio escasean, disfruto de la tranquilidad que me aporta cada encuentro con la tinta y el papel.
No me canso de ver vídeos de gente que ya domina la técnica a la perfección y (literalmente) flipo cuando, como en el caso de Derek McDonald, lo llevan un paso más allá.
Que nunca muera el mundo del rotulismo tradicional, por favor.
There is a billion other people out there doing it at the easy way, so why not do it the traditional way?
Descubro vía Taxi a Iñaki Aliste Lizarralde, un vasco que a golpe de lápices de colores ha creado los planos de las casas de series y películas míticas como si éstas fueran reales. Como explica en su Tumblr, hace los planos “en cartulina utilizando marcadores de tinta y lápices de colores”, aunque a veces utiliza “el Paint para añadir los nombres y títulos, pero el resto está dibujado y coloreado a mano”.
Una vez más, viva lo artesano y lo “hecho sin prisas” pero con mucho karma.
Desayuno con diamantes
Up
Supongo que decir que este lugar no tendrá sentido sin ti es una ñoñería que no te gustaría escuchar. Nunca fuiste de sentimentalismos, halagos o palabras bonitas. Recuerdo que hace unos veranos, cuando todavía recordabas mi nombre, sabías quién era, de dónde venía y a qué me dedicaba, me dijiste tajante “hechos son amores”. Y me gustó porque al fin comprendí la manera de ser de toda la familia, de esa familia que conseguiste alimentar cuando las palabras o los abrazos no daban de comer.
Sólo quiero que sepas que esa frase me marcó y que, lejos de agradecértelo o decirte lo mucho que me abriste los ojos, simplemente la adopté como estilo de vida. Porque, supongo, eso era lo que querías.
Fue tu manera de demostrarme amor, y es con lo que me quedo. Ahora y siempre.
¿En serio fui capaz de escribir esto en 2009? Añado pequeñas modificaciones para que el objetivo de 2015 sea terminar la historia de Martín y Laura. Se lo debo.
Estoy seguro de que ningún hombre ha captado la belleza de ese lunar. Es más, estoy seguro de que muchos de los chicos que la atosigan y flirtean con ella a las noches, incluso aquellos que han dormido con ella, ni siquiera se han percatado de su existencia. Pero yo sí.
Creo que he de presentarme antes de seguir explicando mi obsesión por el lunar de Laura. Soy Martín, un tipo del montón que decidió estudiar enfermería y, por ello, fue condenado a ser incomprendido por los machos ibéricos que piensan que mi profesión es ”de chicas”. Que les jodan; yo al menos me pasé cuatro años de carrera (algunas asignaturas se me torcieron) rodeado de féminas guapas y feas, inteligentes y bobas, creídas y humildes, que me enseñaron cómo tratar a una mujer y me convirtieron en el hombre con más conocimientos en el arte del ligoteo de mi grupo de amigos, aunque llevara al máximo el refrán consejos vendo y para mí no tengo. Pero volvamos al lunar.
Lo descubrí la primera vez que me topé con ella en el hospital. Compartíamos un paciente que llevaba más de dos semanas ingresado porque sus piernas fallaron y sus caderas dijeron hasta aquí majete. Juan Luis era mayor y las arrugas que maquillaban su rostro eran una especie de álbum de fotos que mostraban todos los momentos felices que había vivido. Le encantaba contar historias de sus días de militancia en el bando republicano, charletas que acompañaba con exagerados gestos y detalles que, a menudo, eran inútiles pero ”daban color a la historia”, como él decía.
El día que conocí a Juan Luis descubrí el lunar. Laura llevaba el pelo recogido en un moño mal peinado fruto de las prisas mañaneras. Entre la telaraña de cabello, asomó un pequeño punto, muy oscuro y diminuto, en el costado izquierdo de la nuca, a orillas de la cabellera. No pude evitar apartar la vista de él durante todo el chequeo y aún no sé por qué. Era un lunar como otro cualquiera, pero tenía la impresión de que acababa de dar con un tesoro.
– En serio Martín, deja de leer novelas rosas y ver comedias románticas americanas. Te afecta demasiado-. Ahí está la bendita sinceridad de Lucas, mi mejor amigo. Tenemos la mala costumbre de reunirnos los jueves para hablar de nuestras cosas mientras dejamos que la cerveza fluya por nuestras venas. Leer más
Retomo este abandonadisisisisísimo blog. Vale ya de excusas, coño ya. Decenas de borradores en su haber y, por equis o por be, no termino clicando “Publicar”. Quizá pase lo mismo con este artículo. Veremos.
Este mes asistí al último encuentro del año de On Egon, cuya “guest star” fue Maddalen (Maia en el mundo internetil), bloguera encargada de descubrirnos el mundo de los perfumes nicho en El tocador de Dorothy.
Me encantó su presentación: supo combinar a la perfección información relacionada con el nacimiento, trayectoria y “monetización” (por llamarlo de alguna manera) del blog con experiencias propias, anécdotas, consejos y pros/contras de gestionar un blog.
Si en algo coincidimos el corrillo de gente con la que charlé después de su presentación es que Maia había conseguido encender la chispita que hace que retomes un blog, que vuelvas a escribir, que sigas publicando (aunque te lea tu familia y tres gatos más).
Pasados los días me ha venido a la mente la charla de Maia en más de una ocasión y cómo una completa desconocida puede llegar a ponerte las pilas, a animarte, a motivarte para que dejes a un lado la pereza y “te obligues” a escribir.
También he estado pensando en cómo hacer que este espacio tenga más audiencia, en establecer temas específicos sobre los que hablar, en el tono que le quiero dar al blog… y sigo en blanco. No sé si realmente quiero tener una audiencia, posicionarme en una temática o conseguir 5.000 visitas al mes. Sólo sé que quiero seguir escribiendo y que quiero que esta caja de zapatos siga llenándose de textos (tengan sentido o no). Si encontramos el camino y el destino al que queremos llegar ¡perfecto!, pero pase lo que pase disfrutemos del proceso.
Vale ya de pereza, vale ya de excusas chorras que ni una misma se cree: todos esos borradores podían haber visto la luz. Vale ya de borradores, larga vida a las publicaciones.
P.D: No conozco a Maia personalmente, pero desde la humildad de este espacio, mil gracias por ser uno de mis acicates en 2014.
Tengo mucho respeto y admiración hacia la gente que hace cosas de manera artesanal. Me parece que, en una sociedad donde reinan las prisas, la productividad y la eficiencia, los objetos hechos a mano aportan el carisma que se pierde con la producción mecánica en cadena y reina la personalidad y amor que el artesano vuelca en cada una de sus obras.
Gracias al arte del director Dimitris Ladopoulos y su productora Deep Green Sea, sabemos el curro que lleva y cómo se hace una guitarra española gracias a un vídeo que resume las 300 horas de elaboración en escasos 3 minutos.
No sé solfeo. Nunca he sabido interpretar una partitura, ni siquiera las fáciles que te dan para practicar cuando vas a la escuela: memorizaba los gestos de la txirula o me aprendía las canciones imaginando que la letra la componían las notas “Doooreeeeeemi…fasoldooolasidooo”. Tenía memoria, ritmo u oído, qué se yo. Eso no importa.
Recuerdo aquella casette de El rey León que escuché hasta la saciedad durante más de un año. Y la locura que vivía cada vez que escuchaba un tema de Michael Jackson. Cómo no podía evitar saltar con la tranquilidad que te da vivir en un primer piso cuando escuchaba Dookie de Green Day. Los coros que hice a Lauryn con los Fuggees. La tranquilidad y los momentos de reflexión que me aportó Sabina. Lo difícil que era quitarse una melodía de los Beatles de encima y evitar tararearla después. Cosas así con sonidos así.
Este popurrí musical en el que he vivido durante toda mi vida (y no sé si también unido a mi nulo conocimiento técnico musical, no las tengo todas conmigo) me ha hecho entender la música de una manera que, cada día más, me doy cuenta de que hay mucha gente que no comparte. Y no es ni mejor ni peor, cuidao, simplemente es diferente.
Me he dado cuenta de que recuerdo y siento la música, pese a no tener ni idea de qué “suena bien” o la dificultad a la hora de interpretarla. Por encima de todo sitúo lo que me transmite. Y creo que exactamente lo mismo les pasa a todos los que escuchan música. Es por eso que me da igual que una persona escuche Camela, David Getta, The Stooges, Frank T, LOVG, Buddy Holly, Alt-j, Barón Rojo o loquequieraqueescuche. Si lo vive y la música le llega hasta las malditas entrañas, y hace que ría, que se estremezca, que llore, que baile, que se le ponga la piel de gallina… tiene todo mi respeto.
Los domingos eran, por definición, días feos. Jornadas en las que me levantaba (más o menos espabilada) y dejaba morir las horas teniendo en mente de manera constante que un amargo, cruel y tedioso inicio de semana estaba al llegar.
Ya no. Hace ya varios meses que no existen fines de semana al uso. Ni vacaciones al uso. La mañana de un sábado se puede convertir en la tarde de un martes, la noche de un domingo en la mañana de un jueves, y así todas las combinaciones posibles. Porque soy autónoma, y como todos los freelance tienen grabado con tinta en el cerebro: si hay curro hay que sacarlo.
Suspiras cuando, en medio de una conversación, alguien suelta un palabro del estilo “convenio de…”, “baja de…”, “14 pagas” y términos similares. Es duro porque, en tiempos como los que corren, ni trabajadores por cuenta ajena ni autónomos imaginan algo relacionado con derechos laborales, conciliación familiar y laboral, etc. (saquemos a la mayoría de los funcionarios de este saco).
Evidentemente, esta realidad se traslada a los bares (centros neurálgicos de la vida social, lo sabemos) y a las conversaciones que allí se dan, habitualmente acompañadas de café o cerveza. Tras meses de experiencia en este sentido (lamentablemente), puedo resumir todas las charletas relacionadas con la crisis económica, el paro, las condiciones laborales, etc. en una escena: persona que, cabizbaja, dirige su mirada perdida hacia el café/cerveza, suspira y, desesperanzada susurra: “es que la cosa está muy jodida”.
Claro que estamos jodidos: lo sé, lo siento y lo padezco. Es la falta de ilusión, minada por meses/años de mierda acumulada lo que me hunde. No estoy inventando la rueda, ya que esta conclusión se ha trillado mucho en informativos, reportajes y medios de comunicación, jornadas, charlas y encuentros. Pero yo la asimilé hace unas semanas, tomando café con un grupo de amigos y escuchando sus testimonios.
Me dolió tanto ver que la realidad les había robado gran parte de su ilusión por hacer cosas en un futuro cercano que me pareció una obligación animar, dar alternativas y arrojar algo de luz en aquella mesa.
Pese a considerarlo un deber, no fue humo ni un discurso lleno de palabras bonitas para calmar la desesperanza. Hace pocos meses me di cuenta que allá por 2010 pasé una época en la que no tenía ilusión por nada (y cuando digo nada, es nada) que impide que, a día de hoy, me llenen al 100% los acontecimientos felices que vivo. Es jodido, pero es lo que hay. Es más, es lo que llevo viviendo durante dos años, pero no le había prestado atención hasta hace un par de meses. Fue entonces cuando me prometí que jamás, NUNCA, quitaría a nadie la ilusión sana por hacer cosas. Por locas que parezcan.
Pero volvamos a la mesa del bar. Mientras aportaba un poco de optimismo, me escuché y caí en la cuenta de que estaba siendo un loro. Estaba repitiendo frases, conceptos e ideas, cogidos de aquí y de allí, pero todos ellos de una misma fuente: TED. (Sí, toda esta parrafada es porque quiero compartir un vídeo (me he venido arriba)).
He devorado decenas de vídeos de temática tecnológica, social, científica… en este espacio y todavía me quedan muchísimos pendientes por ver. Suelo dejarlos para los domingos porque, ilusa de mí, considero que me aportarán el ánimo, la curiosidad o las ganas de empezar una nueva semana con más energía de la prevista.
Ahí va unos de los vídeos que les mandé cuando llegué a casa, después de esa tarde de café.
Puede que suene a libro de autoayuda, pero ¡qué demonios! de vez en cuando necesitamos escuchar a ese total stranger que nos envalentone para comernos el mundo y no entrar en el bucle autodestructivo de la pérdida de ilusión.
“Algunos hombres ven las cosas como son y dicen por qué. Yo en cambio, veo cosas que todavía no son y digo: ¿por qué no?” Robert Kennedy
Hay gente con mucha paciencia y, sobre todo, mucho talento en este mundo nuestro. Qué guay.
Os presento a Miguel Endara, artista en general, crack en particular.
El miércoles @Kallerwriter me recomendó “La historia de cómo recuperé mi bici“, un relato en el que Leo Voland (nombre ficticio pero molón) describe los pasos que dio para volver a montar en la bici que le acaban de robar. “Tú que andas en bici… tienes que leerlo” me animaba.
La cosa es que, ayudado por las nuevas tecnologías, su actitud detectivesca y un grupo de amigos, Leo Voland se curra toda una estrategia al margen de la ley para localizar su bici, contactar con el ladrón y recuperar el vehículo.
Nada más terminar de leer la historia me vi obligada a compartirla en Twitter. El mensaje, la actitud del protagonista, su cabezonería, los toques de humor, el halo peliculero… me enamoró. Me recordó tanto a las historias de Flanagan… ¡pero esta era real!
La releí y, no contenta con haberla compartido una vez, envié un mail a las personas que creía iban a disfrutar de la lectura tanto como yo. Entre ellos se encontraba un amigo que trabaja como policía municipal y que resumió el relato con un simple “¡Muy grande!”.
Debido a su cercanía con la problemática, me regaló unos consejos para “evitar” que me roben la bici (otra vez) y, si tal desgracia pasa, saber qué trámites llevar a cabo. Le pedí permiso para poder compartilo aquí y me dio el OK, así que copiopego tal cual.
(NOTA: ¡No seáis vagos y leed la “La historia de cómo recuperé mi bici” antes!)1. ACLARACIÓN: Sí hay un registro de las bicicletas robadas/denunciadas. Pero si no hay denuncia no hay registro. El problema: la mayoría de las bicis denunciadas están sin datos suficientes, ¿qué datos? Leer más
Siempre me ha gustado ver los meikinofs, los behind the scenes, las escenas eliminadas y las tomas falsas.
Hoy me he topado con el tema Sweater de Willow.
Y el “cómo se hizo”.
Mola.
Hace un tiempo, tuiteé
Creo recordar que este comentario nació de la indignación al toparme con la cuenta de algún famosillo que superaba los 5.000 seguidores y no seguía a nadie. No era la primera vez que lo veía: si te dejas llevar por la hiperconectividad que brindan las redes sociales acabarás encontrando varias cuentas en Twitter con este mismo perfil.
No lo entiendo y, a menos que alguien me lo explique, jamás llegaré a comprender este comportamiento. Doy por hecho que esas personas utilizan Twitter como simple canal de emisión de información (ojo, no canal de comunicación), que se creen muy resabidillos como para seguir a otros o que, simplemente, no han descubierto la parte molona de esta red social.
Os presento a una vieja amiga:
Ñah.
A tope. Ni una persona del mundo mundial con una cuenta en Twitter puede aportar contenido de valor a la UPV/EHU. Así. Porque la UPV/EHU lo vale.
Y es que ni siquiera le interesa seguir a sus profesores, a los proyectos, a las facultades o a las iniciativas relacionadas con la universidad. ¿Pa’ qué?.
¿Pa’ qué ponerte a seguir gente que pueda aportarte conocimiento? ¿favorecer la conversación con alumnos, ex alumnos y futuros alumnos? ¿conocer las preguntas, opiniones o críticas de la gente?¿Pa’ qué?
¡Que somos la UPV!
Cuando estoy con padres aunque no sean los mios, me acuerdo de lo peor, de los años del colegio. Mi madre siempre decía que ir al colegio no es tan horroroso, pero pienso que hay muchas cosas que pueden matarme lentamente sin llegar a ser nunca tan horrorosas.
Ray Loriga